miércoles, 14 de octubre de 2015

Cuando las piedras hablan

Cuando las piedras hablan



En una ciudad donde la piedra tiene un papel protagónico, es difícil obviar sus formas, texturas y colores, ya sean naturales o moldeadas por la mano humana. Zacatecas, es piedra, nació de las piedras ricas en metales, las que fueron exprimidas por otras más grandes y duras en las llamados tahonas; el jugo argentífero se transformó en sonoras monedas que dieron de comer a muchos, desde el empresario minero hasta el trabajador que arriesgaba su vida en la profundidad de la tierra.

Quebradores y separadores, Mina del Capulin.


De piedra fueron los cimientos de las primeras viviendas y capillas, de piedra los muros de los palacetes y conventos construidos después. De piedra sus calles, callejones y plazas; ¡vámos!, la ciudad entera está a los pies de una gran corona de piedras que al verla nos hace sentir de esta tierra, la veneramos, nos ayuda a predecir cómo será el clima del día y en ella vemos cómo lentamente muere el sol.

Cuando las piedras adquieren ese significado de apego al terruño, cuando se vuelven parte de un recuerdo y de la memoria colectiva, dejan de ser astros para transformarse en seres animados que respiran, se sonrojan con la lluvia, se acaloran en el ocaso; unas sufren el paso de los años, otras se yerguen orgullosas en forma de torres o estoicas columnas.


Es en ellas que están depositadas casi cinco centurias de historia de una ciudad labrada a golpe de fuerza, empeño, dolor, miedo, valentía, bondad, conocimiento pero sobre todo, que ha sido tallada con el cincel del amor de nuestros más viejos abuelos, quienes han hecho posible nuestra presencia.

Petroteca Agustiniana. Sacristía del Extemplo de San Agustín.


Cuando las piedras hablan, nos comunican ese pasado denso y rico del que somos herederos y responsables de conservarlo para las generaciones venideras… pero eso sí, su carácter pétreo hace que ellas no se abran a cualquiera ni al primer guiño; hay que ganárselas, investigarlas, acariciarlas con la mirada, entenderlas, es más, hasta dedicarles poemas como ellas nos los regalan en cada 
fachada.  

Ruinas del Convento de San Francisco.

Cuando logremos que las piedras nos hablen, sólo en ese momento estaremos en comunión con nuestra cultura, la que nos da identidad y que al mismo tiempo nos transformará en una piedra más del maravilloso monumento llamado humanidad.


Victor Hugo Ramírez Lozano.