martes, 7 de enero de 2014


                         Un vistazo al colorido Zacatecas de 1900

Panorámica de la Ciudad de Zacatecas (fragmento).  Óleo sobre tela. Manuel Pastrana 1911.

Siempre resulta interesante indagar el pasado de las ciudades, de sus monumentos y de su gente; y más aún cuando estas urbes resultan ser parte importante de nuestra identidad y formación cultural o poseen un atractivo que nos resulta singular, curioso o enigmático. Durante el siglo XIX, la edición de “diarios de viajeros”, tuvieron gran aceptación entre aquellas personas ávidas por conocer otras sociedades, costumbres, modos de vida y expresiones artísticas; podríamos decir que dichos diarios fueron los antecedentes de las actuales guías turísticas.

    En México, este tipo de publicaciones comenzaron a aparecer posteriormente a la consumación de la independencia en 1821, pues la “nueva nación”, abrió sus fronteras al mundo, lo que atrajo a diversos personajes antes considerados como nongratos, principalmente por profesar un credo distinto. Tal fue el caso de viajeros ingleses, norteamericanos y alemanes. Durante el porfiriato, los diarios de viajeros que hablaban de nuestro país pasaron de ser descripciones monográficas y estadísticas, a ser auténticas obras de carácter novelesco y antropológico.


   Hacia 1900, un norteamericano nacido en Massachusetts, de nombre John Lawson Stoddard, emprendió un viaje por el interior de la república a bordo del Ferrocarril Central con la finalidad de escribir una de sus famosas “travelguides”. 

    En su recorrido hacia la ciudad de México, el primer lugar en que hizo parada, fue la estación de ferrocarril de Zacatecas; a partir de ahí, Stoddard inicia su narración compartiéndonos el cómo a su arribo, el vagón de uso exclusivo en el que viajaban él y sus acompañantes, fue desenganchado y conducido a una vía lateral, de aquellas que se empleaban para descansar los coches mientras descargaban y/o esperaban un nuevo tren ya sea para continuar el viaje o regresar, en este caso, sería para retomarlo al día siguiente.
John Lawson Stoddard.


Ms. John, al poner pie a tierra en la estación, desde la cual sabemos se tenía una de las mejores vistas panorámicas de la nuestra ciudad, nos compartió sus primeras emociones:

“La vista de Zacatecas desde el ferrocarril es impresionante. Directamente opuesta a la estación se levanta una montaña escarpada, vistiendo como único e inolvidable ornamento, una corona curvilínea de rocas perpendiculares, cuya vegetación de musgo las hace ver como malaquitas. Debajo de esto vi lo que parecía ser una ciudad oriental, pues casi todas las construcciones tenían techos planos, con muros de ladrillos sin cocer, tal y como uno las observa en Tierra Santa”.


    Es interesante como el cerro de la Bufa, desde el nacimiento de la ciudad hasta nuestros días, ha sido el ícono que propios y extraños se llevan estampado en la memoria, y la memoria de Stoddard no fue la excepción. Continúan sus impresiones:
    

La característica más extraordinaria de Zacatecas es su coloración viva, su variedad de matices es encantadora, aquí un artista sería transportado con deleite. Todos los muros enlucidos están pintados, y cada calle está, por lo tanto, enmarcada en rojo, naranja, amarillo, verde, azul o violeta, adornados con motivos decorativos alegres. Muchas de las edificaciones, es verdad, están sucias y en mal estado, y la mayoría de ellas tienen solo un piso. Escrutarlas de cerca es desencantador,  pero, en la brillante luz del sol de los trópicos y bajo el intenso cielo azul de México, hasta las estructuras escuálidas se vuelven pintorescas.

    Cuando eché un vistazo por las calles, frecuentemente vi multitudes de figuras estáticas y otras en movimiento, sus vestidos de algodón blanco, medio ocultos por mantas amarillas, rojas y púrpuras; mientras veía estos conjuntos multicolores, reuniéndose y separándose, yendo y viniendo ante las brillantes paredes entintadas, sentí como si estuviera viendo a través de un caleidoscopio”
.
    Sin duda, la ciudad que nuestro visitante tenía ante sus ojos dista bastante de lo que es hoy en día, de fachadas bicolores, que no varían más allá del blanco o amarillo; de igual manera, el uso de los coloridos rebozos, prenda casi extinta de mujer mexicana, acentuaba los contrastes cromáticos que la vida cotidiana derramaba sobre las empedradas calles zacatecanas.

“Pero, mientras que los nativos son atractivos a una distancia, un examen de más cerca revela el hecho de que “La distancia otorga encanto” al mexicano. Los picudos sombreros de paja o fieltro, son algo para ser estudiados bajo un microscopio; el rostro bronceado, viéndose en la distancia tan efectivo, es dolorosamente inocente de jabón y agua […] En cuanto a las camisas y pantalones de los nativos, recuerdan las viejas velas de un barco, blanco-nieve, cuando son vistas desde el borde del horizonte, pero tras una inspección más cercana, resulta ser un gris y melancólico resto de lienzo manchado, cosido con parches. No es -estoy seguro- una exageración decir que la mitad de los habitantes de México están ya sea descalzos o usan una especie de sandalia, que consiste en un pedazo de cuero atado al pie como un patín”

    Lo que nuestro gringo viajero captó con afilado sarcasmo de corte inglés, los harapos percudidos de los viejos zacatecanos, que no fueron otra cosa si no lo cotidiano en estas minas de los Zacatecas, tan comunes como el uso de cuchillería de plata al interior de las coloridas casas del centro de la ciudad.

    En 1901, John Stoddard edita su libro “MEXICO”, guia de viaje, en donde narra otros aspectos curiosos de la vida en Zacatecas y complementa con fotografías del interior de sus calles, al igual que de otras ciudades mexicanas; si bien algunos comentarios son un tanto despectivos, no quitan gracia a sus experiencias de viaje, por fortuna también en el tiempo, como bien apunta John, “la distancia otorga encanto”.


                                                               SALUDOS¡¡¡    

                                                 Victor Hugo Ramírez Lozano

2 comentarios:

  1. Hola Victor Hugo soy Violeta Tavizón, quisiera saber sí más sobre la obra de Manuel Pastrana que presentas en tu blogg. ¿Es la panorámica que mide de largo más de 2 metros? Mil gracias por tu respuesta, mi correo es violeta_tavizon@yahoo.com.mx. Saludos.

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    1. Hola, Violeta, desconozco las medidas exactas, pero si es muy grande; en un par de semanas te doy las medidas precisas. SALUDOS

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