MILAGRO en la Toma de Zacatecas
de 1914
Palacio de Gobierno y Banco de Zacatecas. Col, José M. Enciso. 1900 c a |
Pasaban ya de
las cinco de la tarde cuando la lluvia de proyectiles arreciaba sobre la ciudad
de Zacatecas. Cerca de veinte mil invasores inundarían sus calles de un momento
a otro ese trágico martes 23 de junio de 1914.
Las primeras huestes se hicieron presentes en
las calles del Barrio Nuevo, por el rumbo de la estación de ferrocarriles, otras,
entraban por las Peñitas o la Pinta, las últimas lo harían por la calle de Juan
Alonso. La carta de presentación ante la población: el fusil en mano acompañado
de un enardecido ¡viva Villa!, ¡mueran pelones desgraciados! A través de las
puertas cerradas a “piedra y lodo”, se escuchaban los cascos de los caballos a
galope, gritos de soldados, mujeres y por su puesto, las bocas de fuego artilladas
que aún seguían vomitando granadas por los rumbos sur y sureste.
Antigua plazuela de San Juan de Dios; en el costado izquierdo el Hospital de San José, antiguo Hospital Civil |
Justo en la plazuela de San Juan de Dios se
encontraba el Hospital Civil y a su entrada, una manta con letras negras
imploraba “piedad para los heridos”. Al ingresar a este centro de atención humanitaria,
las fuerzas del General Pánfilo Natera amarraron en sus camillas a varios de
los heridos y “les pasaron cuchillo”[1],
mientras que otros, hacían arrogancia de su puntería con aquellos que corrían
por el patio tratando de salvar la vida.
Soldados de la División del Norte entablaban un
acalorado diálogo de plomo con sus rivales de la guarnición federal, apostados
en balcones y azoteas de varios edificios.
Son las cinco quince; algunos federales aún se
encuentran al interior del hermoso palacio sede de la federación, el
antiquísimo edificio virreinal de la Real Caja; villistas traspasan sus bellas
puertas labradas del siglo XVIII y comienza la persecución de la presa atemorizada
en los corredores; los “revolucionarios” logran subir al segundo nivel,
mientras las ansias de armas y botines de guerra (entre ellos la caja fuerte de
la pagaduría militar), provocan que los invasores traten de abrir a punta
de pistola las sólidas puertas en donde bien saben por sus espías, los
encontrarán y... sobreviene la
tragedia.
Una enorme explosión, en tres tiempos, sacudió
a la ciudad entera; según el reloj del General Felipe Ángeles Ramírez, el
estratega del asalto, eran las cinco cincuenta de la tarde cuando “del centro
de la ciudad se elevó de pronto un humo amarillo, como si estuviera muy
mezclado con polvo”[2] La jefatura
de Armas, la Casa del la familia Magallanes y parte del Banco de Zacatecas, habían
volado.
Días antes, el General Argumedo había capturado
a las fuerzas de Natera armamento y explosivos, los cuales estaban fabricadas
con las cápsulas que se usan para exportar el carbono líquido[3];
así mismo, el 10 de junio, el General Medina Barrón, había derrotado al mismo
Natera cerca de la mina del Bote, y capturado armamento, mismo que fue
conducido a la Jefatura. Aunado a ello, parte de los abastecimientos de parque
que enviaba la federación, se encontraban resguardados en sus amplios salones.
Los dorados vencedores achacaron de inmediato
este hecho al enemigo caído en desgracia; uno de aquellos generales, Federico
Cervantes Muñoz-Cano escribió : “Como postrera y bárbara venganza, los vencidos
habían volado con dinamita una manzana entera, con todo y habitantes”; y justificando
el bárbaro exterminio de soldados mexicanos, continuó: “pero la guarnición de
doce mil hombres, expiaba este crimen con el aniquilamiento”. Al día siguiente, un Teniente Coronel
del bando federal llamado Leobardo Bernal, fue mandado ejecutar por Villa,
supuestamente por haber sido él quien tenía la ciudad minada. La denuncia la
hizo una extranjero[4].
Minutos después de la explosión, Entre la
enorme montaña de escombro, se encontraban fragmentos de cuerpos que por sus
vestiduras delataban sus bandos militares. Entre las canteras, “se oían gritos
lastimeros”[5].
Ruinas del Palacio Federal y el hueco en el Banco de Zacatecas Col. José Manuel Enciso |
Mujeres, niños y soldados, cubriéndose con el
reboso y pañuelos, se dieron a la tarea continua de buscar cualquier indicio de
vida en el sitio de la hecatombe. A la par de que iban sacando cuerpos, un
contingente separaba el botín de guerra: armas, municiones, piezas de
artillería y una caja fuerte que, a pesar de la enorme explosión no fue
abierta. Un soldado, rifle en mano, fue designado a mantener guardia a su
costado.
Un soldado de la "revolución", rifle en mano, custodia la caja fuerte del palacio federal, la cual parece no haber sido abierta muy a pesar de la tremenda explosión. |
Ciento veintiún cadáveres fueron extraídos
durante los tres días siguientes: dos oficiales, treinta y cinco
revolucionarios y ochenta y nueve federales[6],
y otros más “que no pudo rescatar ya la piqueta, que trabajaba con
desesperación”[7]
Al cuarto día de la explosión, ¡un milagro!, un
milagro entre las miles de tragedias que estaba viviendo la ciudad conmovía y
sorprendía a Zacatecas: un niño sólo seis meses, el hijo menor del Lic. Manuel Magallanes,
Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, había sido rescatado vivo de entre
los escombros, un sólido ropero lo había protegido del estallido. Los restantes
nueve miembros de la familia murieron[8].
Este infante de nombre Alfonso Magallanes, al ser sacado fue entregado al doctor Taube, quien lo cuidó y
logró salvarle la vida[9].
Prisioneros y vecinos civiles de la ciudad
fueron obligados a continuar con las obras de limpieza. Las góndolas del
servicio de tranvías se emplearon para desalojar la calle de escombros y de los
numerosos cuerpos que habían sido incinerados, formando macabras piras frente
al teatro Calderón.
Al final de bélica jornada de 1914, quedaron un
enorme hueco en el muro del Banco de Zacatecas, un solar vacío como una herida
abierta que comenzó a cicatrizar por el año de 1932, cuando inició una nueva construcción en el lugar de aquel palacete barroco, y el recuerdo de una
ciudad bonancible, culta y rica… pero sólo el recuerdo.
Victor Hugo Ramírez Lozano
[2] Tomado del Diario del Gral.
Felipe Ángeles, Batalla de Zacatecas.
[3] Marínez y García, Manuel.
“Reminicencias Históricas Zacatecanas. La Batalla de Zacatecas” 2a. Ed. 1922.
Pp. 27.
[4] Marínez y García, Manuel.
“Reminicencias Históricas Zacatecanas. La Batalla de Zacatecas” 2a. Ed. 1922.
Pp. 27.
[5] Ramos Dávila, Roberto.
“Versiones sobre la batalla de Zacatecas”. S/A. Pp.24.
[6] Primer parte de guerra del
General Natera, Junio de 1914.
[7] Ramos Dávila, Roberto.
“Versiones sobre la batalla de Zacatecas”. S/A. Pp.24.
[9] El niño Alfonso Magallanes sobrevivió, fue
recogido por un hermano que estaba estudiando en la ciudad de Guadalajara. Se
casó y tuvo tres hijos. Agradezco infinitamente esta información al su nieto,
el señor Javier Magallanes.
Excelente texto, bien documentado, felicidades, ojo con la ortografía, saludos
ResponderEliminarGracias...¡¡¡ y por favor, dime dónde para corregirlo , y gracias nuevamente.
EliminarEl procesador de texto se llevó los acentos... pero se entiende muy bien
ResponderEliminarMe gusta. Excelentes fuentes
ResponderEliminarGracias Víctor por éste excelente reportaje de mi familia. Mi tío Alfonso el niño milagro creció y tuvo tres hijos y mi abuelo el otro sobreviviente de la Familia. Manuel Magallanes sólo tuvo a mi padre Manuel Fernando Magallanes de la Hoz. Un fuerte abrazó!
ResponderEliminar