Una enredadera que desde el zaguán entraba al recibidor, ha dejado su seco tallo colgado, detenido sólo por un par de clavos y la vidriera. No hay nadie, quizás estén en la recámara o... en la cocina, si siempre están allá. Una persona de traje gris obscuro, de quien sólo alcancé a ver su calva y hombro derecho, sale y cierra la puerta... tenía finta de sacerdote. Llama mi atención el enorme óleo de la Oración del Huerto, casi de piso a techo, no lo recordaba tan grande, nunca me había fijado que estaba firmado con color rojo y nunca había visto que el grueso marco estaba ya torcido. Es necesario restaurarlo...
El perro se ha escapado, alguien corre a las recámaras, no hay más que seguirlo, seguramente el sabe donde guarecerse de la mordida de ese enorme perro guardián. Quien haya sido, se ocultó debajo de las camas de latón, ¿en cuál de las dos?.
Escucho a alguien llorar en el cuarto de al lado, en la sala que sólo se abre en diciembre. Ahí esta el piano-pianola, más santos y vírgenes -¡cómo les gusta a mis tías amontonar santos!-, y en la esquina, tras la pesada puerta de madera tallada, mi tía Tere tapándose los ojos, sólo alcanzo a distinguirla por su larga trenza... me jalan del hombro, cierran la puerta y me dicen: ya fue suficiente, ahora no te vuelvas a olvidar de nosotros, porque regresaré por ti. Recuérdalo, si nos olvidas tú morirás para siempre. Esto sucedía mientras veía un Cristo inquisidor sobre la cómoda de la antesala, justo debajo de un arcángel San Gabriel con enmarcado de hoja de oro.
Veo nuevamente la chapa de paso de gato cerrarse. Con tremendo azoro, me desperté a las 4:40 am del 12 de septiembre. Cuatro horas antes me encontré en "línea" a un primo que me pidió el árbol genealógico, lo busqué, le di una ojeada rápida, vi nombres que en ese instante no representaron nada para mi y se lo mandé. He ahí las consecuencias... no recordaba a mis muertos, y menos a mis muertos de Tacuba, a bisabuela "Chonita", mis tíos Rafael "el cura", Cuca, Leonor "la Nena" y Tere, creo por eso alguien reclamó su recuerdo en mi presente pero... ¿quién? Nunca lo vi, a pesar que me acompañó desde que entre a la vieja casa, ¿habrá sido mi abuelo Antonio, al que no conocí?... No puedo pensar en otra posibilidad. Lo cierto es que en estos momentos, el azoro provocado por una rama de mi familia zacatecana, sigue en mi.
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